23 de enero de 2013

LA CUEVA MIGUELÓN



La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
 La Bolicha no paró de corretear a nuestro lado durante todo el paseo.






-Ángel, Ángel, venga, vístete que nos vamos...
Todavía era de noche, con los ojos semicerrados distinguí la silueta de mi padre, al trasluz, en el umbral de la puerta de mi habitación, que al comprobar que ya me había despertado bajó a preparar todo para marchar.


Ese sábado como tantos otros, me iba con mi padre al monte, pero no a cazar como era lo habitual, sino a cuidar del rebaño de mi tío José. Él tendría otros menesteres que hacer y como en otras ocasiones le pidió a su hermano mayor que se hiciera cargo del corral y de los animales.
El corral está a unos 15 km de Alcañiz, así que para allá que fuimos. Nosotros, en la Bultaco y Din, el perro, dentro de una antigua alforja de burro reconvertida en alforja para la moto.
Cuando llegamos apenas empezaban a vislumbrarse los primeros rayos del sol y vinieron a saludarnos los veinte perros que allí habitaban (Debían de ser unos cuatro o cinco pero en mis recuerdos hay veinte perros ladrando)
Mi tío José ya estaba allí.
- ¡Te has traído al rabadán! (Lo oigo con su propia voz, me llamaba el rabadán)
- Le ha costao levantarse pero viene conmigo.
- Tú tienes que aprender, ¿eh? que cuando me jubile te dejaré el ganao para ti.
Pasamos a la casa y mientras nos hacíamos unos huevos fritos y almorzábamos mi tío le daba instrucciones a su hermano.

Salimos, me dieron un cayado para niños y fuimos a buscar al ganado, le abrimos las puertas y empezaron a salir, había muchas ovejas y unas pocas cabras.
Yo les daba a las cabras las cáscaras de la naranja que aún me iba comiendo y les encantaban, apoyaban las patas delanteras en mi cuerpo y  me tiraban al suelo.



Este no era un corral cualquiera, era "la cueva", "la cueva Miguelón" así la conocían todos los pastores y aquí fue donde se criaron mi padre y todos sus hermanos cuando se mudaron de Calanda, porque mi abuela era de Calanda y allí nacieron cuatro de sus cinco hijos. Ángel, mi padre, era el mayor y ya tenía seis años cuando llegaron, después estaba mi tía Carmen y los mellizos José y Antonio. Mi tío Ramón nació años mas tarde, durante la guerra, de eso me acuerdo porque también me sé alguna historia de esa etapa, ya con la familia instalada en Alcañiz.



Un antepasado nuestro de no muy atrás se llamaba Miguel y trabajaba en unas tierras donde tenía dos compañeros que también tenían el mismo nombre, para distinguirlos al más pequeño le llamaban Miguelín, al mediano Miguel y al mas grandullón, que era mi tataranosequeabuelo: Miguelón. Es por esto que a todos sus descendientes les llamaron "los Miguelones" (en los que me incluyo porque todavía hay con gente mayor a la que le tengo que decir que soy de "los Miguelones" para que sepan quien soy) Historias como esta me contaba mi padre mientras llevábamos a pastar al ganado por el monte.



LLegó la hora de la comida y asamos la carne directamente en unas brasas porque no llevábamos parrilla, mi padre no me permitía remilgos, así que soplé un poco y para dentro. Y para beber: ¡vino de la bota!



Cuando terminó la jornada yo estaba completamente agotado, me tomé un poco de leche de cabra recién ordeñada y emprendimos la vuelta a casa, ya oscuro, de noche.
Hubo muchas jornadas como esta, antes y después de esta, y siempre que llegaba a casa dormía como ningún otro día. "El monte da sueño" decía mi madre, pero yo creo que sería el vino.



Cuantas veces he pensado que quizás, si no me hubiera ido nunca de mi pueblo habría terminado siendo pastor, me gustaba, quién sabe.



Hace unos días estuve en este lugar mágico con mis primos Rosa y José Luis, hice unas cuantas fotos y estuve respirando aquel ambiente tan familiar y recordando aquellos años en los que estaba tan viva la cueva, las reuniones de toda la familia y todas las aventuras que viví por aquellos montes junto a mis primos.

Al día siguiente llevé a Zaragoza a mi tía Mari, que se merece una historia aparte, porque fue recogida por mi abuela mientras sus padres huían de los fascistas en la guerra y también se crió en la cueva, allí conoció a mi tío Antonio con el que se casó. Durante todo el camino me estuvo contando historias de los abuelos, la cueva, mi padre y sus hermanos.



Muy gratificante volver, pero muy triste no poder ver mas allí a mi querido tío que nos dejó el mes pasado. Este reportaje se lo dedico a él y a todos los Miguelones.


La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Rosa sentada en las colmenas que cuidó mi tío hasta hace bien poco. A la derecha, la puerta del pajar donde dormían mis padres durante una temporada en los años cincuenta que estuvieron viviendo aquí.





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste







La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
 Vista del corral y la masada desde arriba.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
 Un pajar.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste






La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
 La balsa donde mi tía Carmen lavaba la ropa de todos los hombres mientras ellos trabajaban en la tierra. Después tendía la ropa encima de los romeros. Como era la única chica de los hermanos se ocupaba de las labores de la casa junto a mi abuela.





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Mis primos en la fachada de una de las cuevas donde encerraban el ganado.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
La misma cueva por dentro. Encima de ésta se situaba la primera caseta que tuvieron recién llegada toda la familia.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Un olivo de muuuuchos años y al fondo la cueva.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
El pozo del agua.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Debajo de esta roca tenían "la nevera" donde guardaban la caza.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
En la otra cueva, durante el invierno dormía toda la familia junto a los animales. Todavía queda el rastro del humo de la hoguera que hacían.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
El corral desde dentro.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
La fachada de la masada.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Escaleras en el interior de la casa que suben a las habitaciones.





La Bolicha.




Una de las habitaciones de arriba, aquí dormí alguna vez de pequeño.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Cuanta leña he visto quemar aquí.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Este pesebre lo llevo viendo toda mi vida por los corrales.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Una higuera con unos cuantos años también.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Venga prima, ¡una foto!





La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste







La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Los tres mendas.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
Los inquilinos.




La Cueva de Miguelón. Fotografía Ángel Luis Juste
¡Hasta pronto!




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